Dadavo

No sé cuántos años pasaron desde que dejé en paz la pluma. Solté mis diarios, mi blog, mis fotos y esa obsesión por querer lo que no me tocaba vivir.

Siempre vi mi vida como una hoja en blanco donde escribía lo que me hacía vibrar, lo que dolía y lo inexplicable. Sin darme cuenta, ya tengo cuarenta y uno. Miro atrás y veo los capítulos que me formaron, con luces, sombras y momentos que me llevaron al borde del abismo.

Aprendí a callar más, a poner límites y a enfrentar lo que juré que no podría. Conocí a mi peor enemigo: la adicción. Me devoró, me paralizó y me hizo sentir terror. Pero en mi noche más oscura, aparecieron destellos de luz. Amigos, familia, incluso aquellos que subestimé, fueron mi salvavidas.

A mis cuarenta entendí quién soy, con todo lo bueno y lo que nunca quise ver. Encontré refugio en los idiomas, las culturas y las letras. Viajar me enseñó a celebrar las diferencias y las similitudes. Siempre tuve sed de aventura, de lo nuevo, de seguir mi instinto, y eso me llevó a conectar con personas de muy lejos.

Pero los errores pesan, y reencontrarme no ha sido fácil. Me perdí en mis miedos, pero el amor incondicional de los míos nunca me dejó caer del todo. Aprendí que pedir ayuda no es debilidad, sino valentía. Que empezar de cero no es fracaso, sino prueba de que aún hay fuego en mi interior.

El teatro musical fue mi salvación. Dirigir obras escolares se convirtió en más que un trabajo: fue mi forma de sanar, de darle sentido a mi existencia.

Hoy sé que la vida no se trata de borrar errores, sino de vivir con ellos. Soy un hombre lleno de contradicciones, pero también de ganas de seguir adelante. La vida me enseñó a invertir mi tiempo, mi energía y mi amor en lo que realmente importa.

Si algo puedo decirte, es esto: no temas empezar de nuevo, pedir ayuda ni vivir auténticamente. Porque en esa mezcla de aventuras, fracasos y redenciones, ahí es donde está la vida.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

The Hours, Laura Brown.

Digno de un post