“There are times when you don't belong and you think you're going to kill yourself. Once I went to a hotel. Later that night I made a plan. The plan was I would leave my family when my second child was born. And that's what I did. I got up one morning, made breakfast, went to the bus stop, got on a bus. I'd left a note. I got a job in a library in Canada. It would be wonderful to say you regretted it. It would be easy. But what does it mean? What does it mean to regret when you have no choice? It's what you can bear. There it is. No-one's going to forgive me. It was death. I chose life." -Laura Brown-” ― Michael Cunningham, The Hours
No sé cuántos años pasaron desde que dejé en paz la pluma. Solté mis diarios, mi blog, mis fotos y esa obsesión por querer lo que no me tocaba vivir. Siempre vi mi vida como una hoja en blanco donde escribía lo que me hacía vibrar, lo que dolía y lo inexplicable. Sin darme cuenta, ya tengo cuarenta y uno. Miro atrás y veo los capítulos que me formaron, con luces, sombras y momentos que me llevaron al borde del abismo. Aprendí a callar más, a poner límites y a enfrentar lo que juré que no podría. Conocí a mi peor enemigo: la adicción. Me devoró, me paralizó y me hizo sentir terror. Pero en mi noche más oscura, aparecieron destellos de luz. Amigos, familia, incluso aquellos que subestimé, fueron mi salvavidas. A mis cuarenta entendí quién soy, con todo lo bueno y lo que nunca quise ver. Encontré refugio en los idiomas, las culturas y las letras. Viajar me enseñó a celebrar las diferencias y las similitudes. Siempre tuve sed de aventura, de lo nuevo, de seguir mi instinto, y eso me llevó ...
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