Dadavo

No sé cuántos años pasaron desde que dejé en paz la pluma. Solté mis diarios, mi blog, mis fotos y esa obsesión por querer lo que no me tocaba vivir. Siempre vi mi vida como una hoja en blanco donde escribía lo que me hacía vibrar, lo que dolía y lo inexplicable. Sin darme cuenta, ya tengo cuarenta y uno. Miro atrás y veo los capítulos que me formaron, con luces, sombras y momentos que me llevaron al borde del abismo. Aprendí a callar más, a poner límites y a enfrentar lo que juré que no podría. Conocí a mi peor enemigo: la adicción. Me devoró, me paralizó y me hizo sentir terror. Pero en mi noche más oscura, aparecieron destellos de luz. Amigos, familia, incluso aquellos que subestimé, fueron mi salvavidas. A mis cuarenta entendí quién soy, con todo lo bueno y lo que nunca quise ver. Encontré refugio en los idiomas, las culturas y las letras. Viajar me enseñó a celebrar las diferencias y las similitudes. Siempre tuve sed de aventura, de lo nuevo, de seguir mi instinto, y eso me llevó ...