Amberes

Puertas vencidas, paredes salpicadas, papel de baño embarrados de mierda tirados por los rincones, un sillón desgarrado que vomita la esponja que lo rellena... 

Hacía tantos años que no paseaba por las cabinas de la Zona Rosa, toda una ironía ahora que vivía a tan solo unas cuadras.
Entrar a lugares de encuentro revive mi sistema en automatico, mi ritmo cardiaco se acelera, mis pasos se vuelven briosos.
Estar en ese estado mental me permite deliberadamente vomitar desprecio y abusar.

Me gobierna el impulso de subir y bajar, de mirar, de caminar y caminar hasta llegar a la nada, de saludar de mano al vacío más profundo, a la pudredumbre del segundo piso donde dos culos me esperan contentos para que los use a mi antojo.

La lluvia de agosto se escucha allá afuera, el olor a popper regresa, soy un potro, soy lastimero, soy un puto que no tiene control, soy un drogadicto y un pésimo novio.


A los 17 años soñaba con vivir en Reforma para que con tan solo cruzar la avenida pudiera llegar a Zona Rosa.
A los 33 da igual si cruzo esa avenida o no.
Solo me importa lo esencial. Solo me importa conectar.

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